miércoles, septiembre 27, 2006

El aforador desaforado

Llené el depósito. No pensé que tocase tan pronto pero, como me encanta visitar a mis amigas de la gasolinera, no me importó tanto (y eso que cada vez veo menos a la que más me gusta...) . Recorrí unos pocos kilómetros y, de refilón, buscando otra cosa, encontré la aguja del nivel de combustible... ¿por la mitad? No es posible. Si sólo he recorrido unos cuarenta o, como mucho, cincuenta kilómetros... vale, soy positivo; buscaré el lado bueno: a la mañana siguiente tendré una nueva ocasión para ver de nuevo a mi "amiguita mestiza". Creo que ya soy famoso entre todo el personal femenino de esa cadena de gasolineras; y eso que no saben que hablo sobre ellas en la red pero esta mañana tampoco está la que más me gusta. Aún así tengo que parar a llenar. Esta vez me aseguro que rebose el depósito pero... miro a la aguja después de pagar y ¿otra vez por la mitad? ¡no es posible! Esta vez me he asegurado pero, por si acaso, al día siguiente vuelvo a visitar el oasis y, como era de suponer, sólo caben en el depósito tres euros de combustible y, lo que es peor, tras llenar, se enciende la luz de la reserva. ¡No! Lo que me temía: el aforador que me arreglaron hace apenas un mes, se ha vuelto a romper.
Voy a mi mecánico de cabecera y le cuento el problema. Ni se inmuta: "Traémela la semana que viene y te vuelvo a cambiar el aforador". ¡Pero si lo acabas de cambiar! le digo asombrado. Ya -me contesta- pero están viniendo fatal. A las equis nueve se lo tengo que poner nuevo cada dos meses.
Decía mi médico que, mal de muchos, epidemia, así que, desolado, me pongo el casco y vuelvo a mi lugar con la mirada fija en la lucecita amarilla del cuadro de mandos. De nuevo tendré que calcular el consumo de gasolina, al menos hasta la semana que viene que vuelvan a cambiarme el aforador desaforado. Menos mal que, mientras tanto, tendré muchas más oportunidades de visitar a mis gaslineras favoritas.

jueves, septiembre 21, 2006

En Venta

Sí, puede que esto sea el final de este blog. O puede que no. Mi Vespa está circulando sus últimos días bajo mis puños pero no me voy a bajar de una Vespa, sólo la voy a cambiar por otra más nueva. Y no porque mi querida GT presente síntomas de enfermedad o porque me haya defraudado. Nada más lejos de la realidad. De hecho, no estoy nada convencido de la decisión que acabo de tomar, que sólo responde a un impulso, a un flechazo, a un enamoramiento repentino que quizá tenga consecuencias nefastas.
¿Cuántos cuarentones se han enamorado de jovencitas y por correr a su lado han dejado todo? Hasta un amor consolidado y fiable... Pues ese es mi caso. He visto pasar la nueva GTS y al enamorarme de su lozanía, abandono mi fiel compañera.
En mi descargo debo decir que los kilómetros no pasan en balde. Que a diario recorro más de cincuenta kilómetros con Mi Vespa y que, aunque ahora se encuentra perfectamente, a ese ritmo pronto presentaría achaques y que por eso prefiero que ahora, que aún es joven, pase a otras manos que la vayan a tratar mejor que las mías.
Hemos pasado tantas aventuras juntos que representa más que una simple máquina. Como habréis podido leer en estas páginas, es una compañera y por eso no quiero que vaya muy lejos. Intento que se la quede algún amigo o conocido. Alguien que sepa que se lleva un motor con alma pero aún nadie se ha interesado por ella y empiezo a pensar que voy a tener que quedarme con dos Vespas aunque no se si serían capaces de convivir en el mismo parking.
Por eso te invito a ti, que lees esto habitualmente y ya conoces a Mi Vespa como si fuera tuya, a que la conduzcas todos los días. Te aseguro que no te arrepentirás.
El blog quizá siga con las aventuras de la GTS ¡roja! o quizá no. Pero aún queda por contar toda la aventura de la venta y, eso es otra historia.