miércoles, mayo 11, 2005

Encierro

La tertulia se prolongó un buen rato junto al lugar donde tenía aparcada Mi Vespa. Llegado el momento, dije a mis amigos: "Me voy, me espera una dama". Entre risas nos despedimos. Ellos se fueron en bloque y yo quedé colocándome el casco y los guantes con intención de marchar rápido. Grave error. Hasta que arranqué la moto no me di cuenta que me habían dejado encerrado. Mi Vespa se había convertido en una península de las dos ruedas: rodeada de coches por todas partes menos por una: la acera. Ah, bueno, no hay problema, pensarás, te subes a la acera y te vas. Ja.
El primer intento de escapatoria fue a través de los huecos que habían dejado los coches. Por la derecha ni lo intenté. Por la izquierda se vislumbraba una salida... :) pero cuando lo intenté, la Vespa se quedó atrapada entre los paragolpes. Antes de seguir avanzando, con riesgo de arañar moto y coches, di marcha atrás, aunque me costó desencajarla.
Segundo intento de escapatoria: la acera. El único posible pero... la rueda delantera miraba hacia la calle y el hueco que quedaba parecía imposible para girar cientoochenta grados. Intenté levantar a pulso la rueda trasera para subirla al bordillo pero mi fuerza de mosquito resultó insuficiente para los ciento cuarenta kilos de la máquina. Miré a mi alrededor buscando ayuda pero todo el mundo había desaparecido. Convencido de que más vale maña que fuerza, paré de hacer el burro y pensé una solución pero mis ideas estaban más encerradas que el vehículo.
Dar la vuelta y subir el bordillo encarándolo parecía la única solución aunque para ello tuviera que arrastrar la rueda y así facilitar la maniobra. Una vez más, los ciento cuarenta kilos se enfrentaron a mi debilidad y en más de una ocasión a punto estuvieron de estamparse en el suelo.
Tras muchos esfuerzos logré situar Mi Vespa a cuarenta y cinco grados con respecto a la acera. Como girarla del todo ya parecía imposible, decidí probar a ver si ya subía. Me subí, aceleré y la rueda delantera dio el primer paso: ¡Bien! Parecía que por fin iba a salir del atolladero cuando oigo un clanck y observo que la moto se ha quedado atascada. Decido bajarla pero... no, no va. A ver si sube... pues no, tampoco. ¿Levantándola un poco de delante? Mmmpfffff... arggggff!!! qué no. Ni para atrás, ni para delante. Se ha quedado encajonada no sé con qué, porque intento agacharme para buscar por dónde se ha agarrado pero cuando me dispongo a ello me asusto al descubrir que se inclina peligrosamente hacia un lado. Vuelvo a buscar ayuda con la mirada pero nadie, no hay nadie en toda la calle: tendré que recurrir nuevamente a mi escasa fuerza para descolgarla. Por fin lo consigo pero estoy donde al principio: con la moto encajonada entre tres coches y un bordillo alto.
Y resulta que ese bordillo sigue siendo la única manera de salir, por lo que repito la operación tratando de encarar lo más posible la moto con la acera. Bastantes minutos después y unos cuantos intentos fallidos más tarde, noto cómo, por fin, la rueda trasera engancha con el escalón. Acelero al tiempo que levanto un poco las manos de Mi Vespa pero aquello, aparte de tronar de una manera muy fea, no sube a la acera. Agotadas todas las opciones sensatas, no me queda más remedio que insistir a lo bruto, así que sigo acelerando y empujando hasta que, esta vez sí, las dos ruedas de la moto están arriba.
Bajar de la acera por otro lado no me costó trabajo ninguno, aunque sí me supuso un esfuerzo no extrangular a mi pandilla que se encontraban a escasos cinco metros del lugar de mi aventura, ocultos por una furgoneta e ignorantes de mis avatares.
- "¿Pero no me habéis oído gruñir ni rugir a Mi Vespa?"
- Ah, ¿qué estabas ahí? Creíamos que ya te habías ido... como tenías tanta prisa para recoger a esa dama...
- grmpffff brrrrasgaposiu ioupeoi poiuspfoiuapññfjghgggm!!!!!!##&&&...
El caso es que, efectivamente, había quedado y el retraso ya parecía considerable, por lo que aceleré a tope, tan deprisa que casi me trago a aquel Volkswagen Golf en la glorieta, tan deprisa que en un camino de tierra por el que tuve que pasar, la rueda trasera derrapó como los toros en la curva de Mercaderes con Estafeta.
Llegué y, lógicamente, ella esperaba. ¿Qué tal? Me preguntó. "Bien, estoy aquí. No es poco".

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