viernes, octubre 13, 2006

Descubrimiento

A veces, tienes que irte con otra para descubrir las ventajas de la tuya propia. Cada cual que piense lo que quiera pero eso es justo lo que se me vino a la cabeza cuando tomé MiVespa después de dos días conduciendo la nueva y deslumbrante GTV. Como he dicho en las notas anteriores, la mía necesitaba un pequeño repaso, una última puesta a punto antes del cambio de manos. Quiero que su nuevo propietario se lleve una buena impresión y la conduzca tan contento como yo durante muchos kilómetros.
El caso es que, al quedarme sin moto y no poder vivir sin una Vespa entre mis piernas, conseguí que me dejaran para probar el nuevo modelo presentado para celebrar el sesenta aniversario de la marca. Tengo que reconocer que al primer golpe de vista me defraudó un poco. El gris elegido me parecía demasiado frío, el faro sobre la rueda no me terminaba de convencer y, lo peor de todo: un horrible reloj digital donde hubiese quedado inmejorable uno analógico. Sin embargo, este modelo posee un atractivo que no deja indiferente a nadie. El manillar cromado. la cúpula y... para mi gusto, lo mejor: el asiento partido tapizado en cuero auténtico. En definitiva, una maravilla que me terminó de engatusar cuando me subí a ella y comprobé lo tremendamente ágil que resulta.
Pero... ¿he dicho "engatusar"? ¿He dicho que lo que más me gustó fue su asiento de cuero? Los gatos callejeros debieron pensar lo mismo. Apenas había recorrido veinte kilómetros con esta preciosidad casi sin estrenar cuando la aparco para hacer un recado que no me llevaría más de diez minutos. Al regresar dispuesto a aposentar de nuevo mis nalgas sobre el noble cuero, compruebo que un (¿c...ón!) gato callejero ha hecho lo propio con sus uñas convirtiendo en girones el flamante asiento. Imaginad mi disgusto.
Resignado, continúo con mis quehaceres. Eso sí, desde ese momento, cada vez que tengo que dejar la moto aparcada, la cubro convenientemente con un providencial chubasquero que he descubierto que viene incorporado a la moto bajo el propio asiento. ¡Qué detallistas estos italianos! me digo mientras protego el cuero parada tras parada.
Así sucedieron dos días. Al tercero devolví la prestada y recogí Mi Vespa del taller (aún sin terminar pero esto es tema de otra historia). Conduzco hasta casa. Aparco. Levanto el asiento para guardar los guantes y compruebo que... ¡Mi Vespa tenía un chubasquero exactamente igual al de la GTV! y ese chubasquero llevaba ahí desde el día que nació, hace ya más de tres años.
Toda la vida de la moto ocultando un chubasquero y yo, conduciéndola a diario, no me había dado ni la más mínima cuenta... Ahora ya sé que si llueve puedo proteger el asiento (aunque sea de eskai) con el chubasquero incorporado pero he tenido que serle infiel con otra para darme cuenta de las ventajas de la propia. Lo peor es que me temo que eso mismo nos pasa a muchos con todo... ¡y así nos va!

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