martes, junio 21, 2005

Aviso

Desde que forzaron el cofre de Mi Vespa no ha vuelto a ser el mismo. Se encuentra retraído y algo obstinado, por eso cuando tengo que abrirlo o cerrarlo necesito varios intentos hasta que lo consigo y, aún así, siempre he de verificarlo.
Esta mañana, cuando monté en Mi Vespa para ir a trabajar, tras el esfuerzo de abrir el cofre, saqué el casco, metí la mochila y volví a pelearme con el cierre. Creí cumplido mi objetivo y arranqué.
El trayecto transcurrió como siempre (últimamente todo sucede como siempre, esa es la verdadera razón de que haya tan pocas historias nuevas en esta página) hasta que llegué a la ciudad y paré en semáforo. Había mucho menos tráfico que otros días y en la línea de salida tan solo me escoltaban un par de coches conducidos por chavales jovenes.
Mientras la luz roja nos detenía ante la línea blanca, por la acera caminaba una chica guapísima: alta y de larga melena agitaba con gracia una falda vaporosa mientras andaba cadenciosa. Ante la duda de mirar al asfalto, al semáforo al rostro dulce que enmarcaba su pelo caramelo no lo dudé ni un segundo y me perdí siguiendo sus pasos.
Me despertó del ensueño un claxon. Busqué su procedencia y encontré a los del coche de mi izquierda mirando hacia su derecha, o sea, hacia donde estaba yo pero que, a su vez, era el mismo lugar que donde estaba la belleza, por lo que deduje que la pitaban a ella. Con dos segundos de diferencia escuché otro pitido. En esta ocasión eran los que estaban a mi derecha que miraban a su izquierda. O sea, hacia donde estaba yo pero que, a su vez, era el mismo lugar que donde estaba el otro coche, por lo que deduje que les pitaban a ellos. Al punto volvieron a pitar los de la izquierda e inmediatamente después, los de la derecha. Y yo en medio.
Todos los que pasaban por la acera, incluida la chica que admiré, buscaban el origen de los pitidos y encontraban sus miradas con las de los conductores de los coches escandalosos. Pensé que se estaban peleando. O que eran amigos y se avisaban del monumento que caminaba cerca.
En realidad llegué a pensar de todo. Menos que se había abierto el cofre en la carretera y me estaban avisando.

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