martes, julio 25, 2006

París

42.000 km
Mi Vespa ha estado parada durante una semana y... ¡cómo la he echado de menos! ¿El motivo? He salido de viaje y no cabía en el avión. Durante siete días he recorrido las calles de París sin Vespa durante el periodo más caluroso del año, sufriendo la canícula y los rigores del metro sin aire acondicionado mientras veía aparcadas en todas las aceras decenas de Vespas como la mía pero que no eran la mía. Y sin embargo he disfrutado. No sólo de los agotadores paseos bajo el sol tan castigador como el de Don Rodrigo o de las tiendas o los clásicos monumentos abarrotados de turistas. No, no sólo he disfrutado con todo eso, también he disfrutado y mucho, con la enorme cantidad y variedad de Vespas encontradas.
A primera vista ya me sorprendió gratamente el parque móvil sobre dos ruedas y los aparcamientos exclusivos y el respeto a los motoristas y su convivencia con mayores (coches) y menores (ciclistas) pero en el segundo vistazo comencé a descubrir los tesoros vesperos que no eran pocos. Incontables "cincuentas" de los sesenta en perfecto estado de funcionamiento, algún modelo incluso anterior, las lujosas getes hermanas de MiVespa condimentadas con el catálogo completo de accesorios y algunos descubrimientos como los que ilustran esta nota descubiertos en pleno Saint Germain y que no pude evitar fotografiar. (Si hubiese registrado todas las que me gustaron no hubiese cabido en las tarjetas de memoria ni la puntita de la Tour Eiffel).
Pero las vacaciones terminan siempre pronto y la realidad abofetea más fuerte que un cura a su alumno. Cargué la maleta con bellas postales vesperas y regresé a la ciudad que nos hace sufrir.
Retiré el polvo acumulado sobre el asiento durante siente días y salí a pasear. Disfruté del clima (sorprendentemente fresco en comparación con el parisino), de las avenidas y de la noche hasta que... pof, pof, pof... la gasolina llegó a su fin sin avisar. Después de una semana sin usar Mi Vespa, reconozco que no tenía ni la menor idea de por dónde se encontraba el nivel y, debo recordar que aún seguía sin reparar el nivel del depósito.
Tras una llamada de auxilio, no tardé en disponer del respostaje necesario aunque en el tiempo ode espera tuve ocasión de charlar con el simpático y espontáneo conductor de una NRG que se ofreció a ayudarme a lo que fuera menos a llenar el depósito porque, según me confesó, su reserva había chillado hacía, al menos, veinte kilómetros. Tan simpático me cayó el chaval que no dudé en regalarle algún litro de combustible que aún quedaba en la bolsa de emergencia tras alimentar a Mi Vespa.
Llegué a casa sin más contratiempos y esta mañana, lo primero que he hecho ha sido llevarla al taller para que le miren todo lo que tengan que mirarle y la dejen mejor aún de lo que está porque tiene que quedar muy guapa ya que... ya que... ...bueno, aún falta algún detalle por ultimar pero... lo más probable es que... dentro de muy poco Mi Veterana y querida Vespa deje hueco libre a su sucesora... (y hasta aquí puedo contar).

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