miércoles, agosto 09, 2006

El parte

42.424 km
Salir del taller, lo que se dice salir del taller, la moto salió perfecta. O sea, me arreglaron lo poquito que había por arreglar y revisaron lo que ya funcionaba bien pero necesitaba mantenerse. O sea, dispuesta para seguir recorriendo muchos kilómetros, como hasta ahora pero...
Llamé a la hora prevista para recogerla:
- Hola Eugenio ¿Qué tal? ¿Tienes lista ya Mi Vespa?
- Esto... sí pero... verás...
- ¿Qué pasa? ¿Tenía alguna avería gorda que no hubiera visto?
- No... no es eso. Lo que ha pasado es que...
- Chico, me estás asustando. ¿Está bien mi moto? ¿Le ha pasado algo?
- Pues verás... ya que lo preguntas... sí, la moto está bien pero...
- ¡¿Pero qué?!
- Pues que ha venido otra clienta en coche a recoger su moto y mientras maniobraba para dar la vuelta ha tirado una de las motos que estaba aparcada fuera y ésta, al caer, ha golpeado a la tuya y se ha arañado un poco...
- ¡¿Se ha arañado un poco?! ¿Qué es "un poco"?
- No ha sido mucho, te la puedes llevar pero tienes que volver a traerla para que la pintemos. Pero no te preocupes que tengo los datos y el seguro se hará cargo de todo.
Ya me estaba asustando. Caída, arañazo, pintar, seguro... todas esas palabras rebotaban en mi cabeza según salían del teléfono y en su ir y venir por el interior de mi cerebro dibujaban los escombros de un escúter. Insistí: ¿Pero la moto está bien?
- Bueno, ya te he dicho que tiene un golpe en el escudo frontal y alguna cosilla más.
- Ya, sí, pero digo que si está bien, que si anda, que si no se le ha roto nada más que la carrocería.
- Sí, no te preocupes, de todo lo demás está perfecta.
Inmediatamente corrí al taller y comprobé los desperfectos. Los golpes, unidos a la suciedad acumulada de varios días sin usarse y sin lavarse daban a mi querida Vespa un aspecto más bien patético pero me recompuse y evité limpiarla en ese momento con lágrimas.
El propietario del taller me explicó con detalle como había sucedido el accidente, que el causante había reconocido su culpa y estaba dispuesto a dar parte al seguro para que cubriera con los gastos de reparación de Mi Vespa. Comencé a tranquilizarme. Realmente los daños no eran más que estéticos y, bien pensado, cuando saliese del taller de pintura quedaría realmente como nueva.
Optimista aunque apenado conduje la moto a casa y, casi lo primero que hice fue lavarla a mano centímetro a centímetro, como si curase las heridas de un niño después de una pelea. Me llevó un tiempo considerable pero el resultado mereció la pena. Flamante. Quedó realmente flamante y, entre el brillo de la carcasa, los arañazos apenas si se veían.
Al día siguiente llamé a la autora del desaguisado que, muy simpática y educada pidió disculpas y se ofreció a resolver cualquier posible problema derivado del accidente. Tomamos nota de los datos para dar parte a las respectivas compañías y colgué el teléfono más satisfecho.
Pero estamos en agosto y, Madrid durante este mes se convierte en una ciudad fantasma que vive aletargada. O sea, que ni compañías de seguro, ni talleres, ni concesionarios, sólo unas calles vacías (en obras, eso sí) por las que circular muy a gusto con Mi Vespa herida.

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