jueves, septiembre 30, 2004

Gasolina

Con cada depósito que lleno me sucede lo mismo: que se vacía muy rápido. Cada vez que veo la aguja del nivel al mínimo y la luz de la reserva se enciende pienso que Mi Vespa consume demasiado. Entonces miro el cuentakilómetros, echo una rápida cuenta y compruebo que, no es que Mi Vespa beba mucho, es que recorro con ella muchos kilómetros.
Es verdad que puede parecer una lata estar rellenando cada tres o cuatro días pero luego recuerdo lo que pago por colmar el tanque, lo comparo con lo que pagaba por el coche y sonrío. Además, visitar la gasolinera cada tres días tiene una ventaja añadida con la que no contaba. Resulta que he descubierto una estación que me pilla camino del trabajo en la que cada mañana que reposto encuentro simpatía y belleza a raudales y, claro, casi que estoy deseando consumir todo el combustible para tener que volver a llenar. Lo malo es cuando la luz se enciende lejos de este lugar. ¿Qué puedo hacer? Pues intentar reducir la velocidad y eliminar acelerones innecesarios para optimizar el consumo e intentar estirar el depósito hasta mi oasis favorito.

martes, septiembre 28, 2004

Frío, frío

Mis ocho lectores fijos estarán pensando que me ha sucedido algo o que me he vuelto a marchar de viaje o que me he cansado de escribir en este blog. Ni una cosa ni otra. Estoy sano y salvo y con ganas de escribir pero la vuelta de las vacaciones me ha sentado francamente mal. También Mi Vespa se encuentra bien y regalándome satisfacciones aunque tenga el bauleto en cuarentena.
Claro que me han sucedido cosas. Muchas en esta semana que llevo sobre dos ruedas. A ver si soy capaz de contarlas todas o, al menos, unas pocas y así dejar tema para otra nota.
Como ya conté antes del viaje se me rompió el cofre. Pues bien, para que no fuera siempre abierto decidí quitarlo. Lo cierto es que ahora Mi Vespa luce mucho más bella pero también menos práctica. Si ya antes el espacio era uno de mis problemas, ahora tengo que apañármelas para llevar sólo lo imprescindible y repartirlo en los pocos huecos que tiene.
Primer inconveniente: el casco. Cuando la aparco tengo que ir a todas partes con el casco de la mano. Y ¿qué pasa? pues que me lo olvido la mitad de las veces. Ayer, sin ir más lejos, quedo con unos amigos para tomar unas cañitas, meto los guantes y la llave de Mi Vespa dentro del casco y este dentro de su funda. Me lo cuelgo del hombro como si fuera una mochila y voy a todas partes de esa guisa. Llegamos al bar, lo deposito en el único hueco libre que encuentro y pasamos un buen rato charlando, bebiendo y comiendo. Salimos. Paseamos y, cuando llego a la mitad del camino me doy cuenta que el casco, los guantes y las llaves de la moto ya no están en mi hombro. Vuelvo al bar pensando preguntar a la camarera pero cuando llego encuentro todo exactamente en el mismo lugar en que lo había dejado. Nadié se enteró de mi olvido como nadie se enteró que entré hasta el fondo para recogerlo y marchar de nuevo.
Esta vez tuve suerte. También se echa de menos el baúl en estos días que en Madrid comienza a refrescar. Por ejemplo, muy típico. Sales una tarde, cuando aún luce el sol, a hacer un recado. Va a ser un momento y no tengo cofre ¿para qué voy a cargar con un jersey? Bueno, sí, me pongo una camiseta de manga larga aunque me tueste cuando pare. Hago lo que tenía previsto pero... me encuentro a una amiga.
- Hombre, ¿cómo tú por aquí? ¿qué tal esas vacaciones?
- Si te parece nos tomamos una cañita y te lo cuento...
Claro, una cañita, y otra y unas tapas que se está haciendo tarde y que te acompaño a casa y que por qué no nos tomamos la penúltima y que... el sol se marchó hace rato, la luna calienta poco y el viento de otoño tiene prisa por desnudar los árboles.
Ella se queda en su casa y yo he de volver a la mía. Sólo son cuatro kilómetros de separación, sí, pero de campo pelado, viento de cuchillo y una leve gamuza de algodón cubriendo mi piel. Algodón que, no engaña, deja pasar todo el aire. Acelero para llegar antes y el frío se hace más agudo. Freno para suavizarlo y el frío se vuelve más duradero. ¿qué hacer? Mucho frío poco tiempo o menos frío prolongado. ¿Qué harías tú? No, no contestes a la ligera. Parece una decisión sencilla pero cuando pruebas las dos opciones te das cuenta que ninguna convence.
Finalmente opté por girar el puño a todo gas para que el suplicio terminase pronto. Pero de noche y con la cabeza escondida entre los hombros te das cuenta de todas las imperfecciones del terreno. Me comí, no sólo todos los badenes artificiales que pone el ayuntamiento para evitar los excesos de velocidad, sino las arrugas de la carretera que, creo son más que los badenes y encima no están señalizadas.
Cuando, por fin, estaba aparcando Mi Vespa frente a la puerta de casa, se me iluminó el alma de la alegría que me dio. Vamos como si te dan un pastel de frambuesa a la hora del recreo. Me metí en la cama con la camiseta puesta y todo.
Hoy he vuelto a salir a media tarde ha "hacer un recado" y casi me derrito dentro del centro comercial porque hoy sí que me he llevado la cazadora gorda. Eso sí, a la una de la noche, subía de "hacer el recado" de un calentito...

lunes, septiembre 20, 2004

¡Cuánto te he echado de menos!

He vuelto.
Parecía que nunca llegaría pero ya estoy aquí y mañana vuelvo a montar en Mi Vespa. No sabéis cuánto la he echado de menos. El viaje, sí, ha estado bien o muy bien, bueno, el viaje ha sido fantástico pero... es que me he largado a la cuna de todas las Vespas sin Mi Vespa. Sólo a mí se me ocurre. Es una gozada. Hay Vespas por todas partes, y de todos los modelos y con más colores que los jerseys del tío Benetton. Sin duda, Italia es el paraíso de los scooter y, por tanto, de las Vespas. Las ciudades están preparadas para circular en moto. En las Zonas de Tráfico Limitado, que son muchas, las motos no tienen ningún problema para entrar y, por supuesto, en cualquier lugar hay aparcamientos específicos para las motos. Os enseñaré fotos porque eso hay que verlo para darse cuenta de lo que hablo.
Fuera de las ciudades, las carreteras son retorcidas como el rabo de un cochino. Creo que la recta más larga que he visto debería tener unos veinte metros. Imaginaros lo que es recorrer eso sobre una moto.
Por otra parte, lo cierto es que las motos son absolutamente necesarias, porque en cuanto sales de las Zonas de Tráfico Limitado no hay quien circule en coche. Madre mía ¡qué caos circulatorio! Creo que la velocidad media en coche difícilmente superaba los treinta kilómetros a la hora. Os podéis imaginar lo que me acordaba yo de Mi Vespa encerrado en la lata en la que viajaba viendo cómo me adelantaban todas sus primas y yo sin poder moverme.
Pero de todo, lo que más me ha llamado la atención es la ciudad de Bérgamo.
Para quien no lo sepa, Bérgamo tiene dos ciudades en una: la alta (antigua) y la baja (moderna). Aunque centré mi visita en la de arriba tuve ocasión de circular por casi toda ella y allí vi más Vespas que en ninguna otra ciudad pero, lo más curioso es que en su mayoría eran modelos antiguos perfectamente conservados. Y más curioso aún es que estos modelos antiguos de Vespas eran conducidos por chavales jóvenes que se dedicaban a subir a la parte alta de la ciudad y reunirse allí con sus Vespas. Precioso, oigan. Además tan conjuntaditos: con sus cascos a juego con la moto, con su chaqueta tipo adidas también a juego con la montura... En fin, que si ya la ciudad es preciosa cuando le añades la afición vespista queda claro que hay que volver a bordo de Mi Vespa.
De vuelta a casa he encontrado a Mi Vespa muy perjudicada, la pobre. Quince días parada en la calle no le han sentado nada bien. Para colmo, justo antes de marchar se le había roto el cierre del bauleto, o sea, que daba un poco de pena y como la tengo tanto cariño y, además, la he echado tanto de menos, ayer le dediqué su tiempo y la dejé de nuevo reluciente y lista para seguir dándome satisfacciones.
Quién sabe, quizá pronto vuelva a Italia sobre ella.

viernes, septiembre 03, 2004

En el aparcamiento

Mi Vespa va a permenecer aparcada durante unos quince días.
No creáis que no lo he dudado, porque voy al país donde nació la mamma de Mi Vespa y sería precioso recorrerlo sobre ella pero en esta ocasión conduciré sobre cuatro ruedas porque aún no me siento preparado. El equipaje es el principal impedimento. No me imagino (aún) cargando Mi Vespa con todos los bártulos que se necesitan para un viaje-aventura como el que tengo previsto.
Así que, ya sabéis, a partir de hoy y durante, aproximadamente, dos semanas, voy a permanecer desconectado de la web pero prometo recoger información para que tengais noticias frescas.
Nos leemos a la vuelta
Un puñado de besos.

jueves, septiembre 02, 2004

20000

Mi Vespa acaba de cumplir veinte mil kilómetros. Esta mañana, mientras venía al trabajo. El caso es que ayer ya me di cuenta que faltaba muy poco para alcanzar tan redonda cifra y pensé tomar la cámara de fotos e inmortalizar ese momento. Pero cuando sonó el despertador esta mañana de lo que menos me acordaba yo es del cuentakilómetros de Mi Vespa. Ha sido al ver el 19999.9 cuando me di cuenta del olvido.
Y está como una moza. Fresca y lozana como el primer día. Bueno, casi, porque ayer sufrí un pequeño percance.
Decido ir a Madrid a comer. Aparco Mi Vespa y, como de costumbre, guardo la chaqueta, el casco y mi bolsa en el cofre. Me dispongo a cerrarlo y no cierra. Pasa a veces pero al segundo intento suelo conseguirlo. Levanto de nuevo la tapa y vuelvo a bajarla sin oir el característico clic que indica que cerró. Así unas quince veces. Quizá esté muy lleno, pienso, así que saco la bolsa y nuevo intento. Aquello que rebota como una pelota de ping pong y no cierra. Recoloco los objetos y reviso la goma estanca pero todo está correcto.
A todo esto, ya todo el mundo en la plaza se ha dado cuenta que mi bauleto no cierra, o sea, que no puedo largarme como si tal cosa dejándolo abierto.
Repaso la cerradura y el enganche, todo correcto. Empiezo a desesperarme. Aunque sé que no es por estar lleno, saco todo y vuelvo a intentarlo. No hay manera. Se queda más abierto que el bar aquel de la película. Para no seguir cabreándome, decido pasar y sentarme a comer. Eso sí, en una terraza cercana para poder vigilar de cerca Mi Vespa.
Cuando termino, subo en ella y, con el movimiento, se cierra solo, así que pienso que sería una mala postura del cofre. Error. Llego a casa, aparco donde siempre y se repite la escena pero esta vez no me preocupo porque juego en mi terreno. Busco un destornillador y trato de ajustar todos los tornillos ajustables pero la tapa sigue sin cerrar. Aunque sé que no sirve de nada, desmonto todo y vuelvo a montarlo; entonces compruebo que, por supuesto, no servía de nada.
Vale, si con el destornillador no he solucionado el problema, agarraré una llave inglesa. Veo una tuerca y la emprendo con ella. Sí, decididamente esa debe ser la causa. Pero, cuando empiezo a apretarla, el vástago del tornillo que envuelve se parte quedándose con la tuerca puesta. Ya está, asunto solucionado: ya no tengo cerradura en el cofre.
Ahora sigue sin cerrar pero, por lo menos, ya sé la causa.