martes, julio 06, 2004

Bautizo

El caso es que al salir del trabajo miré al cielo y pensé "Santa Bárbara bendita, espera que llegue a casa" pero fue tomar la autopista y empezar a oscurecerse el fondo. Muy prudente yo (que aún soy muy novato en esto de las dos ruedas) avanzaba camino de casa pero la tormenta corría más que yo. Amenazaba lluvia, sí, pero no sería eso lo peor. De pronto, al doblar una curva, me veo a mí mismo como el protagonista del trailer de Tornado (es que no vi la peli). Todo gris y un torbellino gigantesco que se acerca, el asfalto lleno de papeles, cartones, por los aires, los camiones acechando de cerca... que ya me veía yo abducido como Dorothy y Totó buscando junto a un tío de chapa aEl Mago de Oz aunque también se me ocurrió que pasarían a referirse a mí como Lo que el viento se llevó porque puedo asegurar que, si alguien pilotaba Mi Vespa en ese momento, ese era el mismísimo Eolo. Yo no sabía si reducir la velocidad, si aumentarla para vencer al temporal o si, directamente, aparcar en el arcén y esperar a ser aspirado.
Pero aguanté como el valiente que no soy y escapé del huracán, aunque aún no había terminado la aventura. Una gota en el casco me puso sobre aviso. Después otra. Y, antes de darme cuenta, cada brizna de viento había sido sustituída por litros de agua contra mi persona. Aunque, no sé si sustituido es la palabra correcta, porque seguía soplando con más ganas que yo un viernes por la noche.
Cuando por fin diviso la rotonda que da acceso a mi ciudad pienso que ya está la prueba superada. Gran error. Parece ser que los ríos que la rodean se habían confundido de curso y hoy bajaban por la misma avenida que yo tenía que subir con la moto. El pantalón ya formaba parte de mis piernas, tan empapado estaba que no percibía donde terminaba la piel y donde empezaba la tela. Podréis pensar que soy un exagerado pero los coches parecían tener más miedo que yo, a juzgar por su velocidad aún más reducida que la mía. Así que me dispongo a adelantar a uno pero la rueda trasera de Mi Vespa me pregunta que a dónde voy, que ella quiere otra dirección. La convenzo del rumbo y sigo adelantando coches como puedo hasta que diviso mi calle ¡por fin!
Aparco la moto pero ni me atrevo a quitarme los avíos. Así que subo a casa con cazadora, guantes y casco. Nada más verme entrar con esas pintas y chorreando agua como si fuese La Cibeles, mi perro, Óscar, debió pensar que también había sido abducido por la tormenta de anoche y que estaba en compañía del hombre eléctrico o del mismísimo Mago de Oz pues me miraba como si jamás antes me hubiese visto.
Entonces me quité los aparejos y respiré tranquilo: había recibido mi primer bautismo motorista y podía contarlo.

No hay comentarios: