Salía yo de trabajar y veo un parchís andante: un compañero, vestido con pantalón corto amarillo y camiseta verde ácido, quita el candado a su vespa roja. Como tengo muy buena relación con él (a pesar de lo que pueda parecer por este comentario) y hacía tiempo que no le veía, me acerco a saludarle.
Yo- Hombre ¿qué tal? ¿cuánto tiempo sin verte? Ya veo que tú también te has pasado a la Vespa. ¿Qué has hecho con tu Bandit?
Él- Mira, para venir a trabajar, nada mejor que la Vespa la otra me salía más cara de mantenimiento y con ésta me sobra.
- Sí, totalmente de acuerdo. Yo también me he comprado una Vespa.
- ¡Ah! ¿sí? ¡Qué bien! ¿Dónde está? ¿Cuál es?
- Esa de ahí, esa gris.
- ¡Bah! Pero eso no es una Vespa. Eso es un invento moderno que no tiene nada que ver con la Vespa.
- ¿Cómo qué no? Es una Vespa del manillar al escape. ¿Ves? Mira, ahí lo pone: V E S P A. Pero renovada, adaptada a los nuevos tiempos.
- Qué no. Que eso es como el Mini que ha hecho BMW, que tampoco es un Mini.
- Pues a mí me gusta mucho.
- Pues ni eso es un Mini ni tu Vespa es una Vespa.
- Mira, la mía sí que es una Vespa. Auténtica, del 83.
- Pues no, si te pones así, lo tuyo tampoco es una Vespa. Deberías haberte comprado la primera que salió porque esta tuya ya tiene adelantos que al principio eran inconcebibles.
- Qué no, que hay cosas que no pueden ser y tu moto es cualquier cosa menos una Vespa.
Y nos despedimos amigablemente, cada uno en su vehículo. Y sí, he de reconocer que la estampa que él ofrecía quizá fuera más acorde con el ideal vespista, no puedo negarlo pero, como dije en los primeros comentarios de esta página: ¡qué bien funcionan el motor de cuatro tiempos y los frenos de disco...!
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