martes, julio 20, 2004

El Paquete, 2ª

Me manda mi primA esta foto por correo electrónico con el siguiente asunto: "el complicado mecanismo de un casco para una mujer" y añade "¿Cómo puede alguien ponerse el casco de esta manera?". Esto me recuerda que tenía pendiente escribir la segunda parte de... El Paquete y creo que ha llegado el momento. Esa segunda parte que, desde el principio, pensé dedicar a mis paquetes favoritos: ELLAS.
¿Por qué me he acordado al recibir esta foto? Lo comprenderéis dentro de unas pocas líneas.
El mismo día que estrené Mi Vespa me dediqué, como suele ser lógico, a enseñársela a mis padres y los amigos que me dio tiempo. La última cita del día la reservé para una amiga a la que veo mucho ultimamente pero no con la intención de enseñarle la moto, sino de tomarnos una caña y charlar de la vida porque, muy hippie ella, se mueve en transporte público, adora las bicicletas y pensé que eso de un vehículo a motor no le haría demasiada gracia, que me acusaría de consumista, contaminador, etc. Nada más ver la moto le encantó. Que cómo molaba, que me pegaba mucho que era distinta y todas esas cosas que se suelen decir cuando se estrena vehículo pero la veía yo convencida, vamos, que me lo creí. Nos tomamos alguna caña más de las acordadas, como de costumbre, y nos despedimos. Ese día no pude llevarla a su casa porque no llevaba encima más que un casco (¡cachis!) pero me pidió que quedásemos otro día para dar una vuelta en Mi Vespa.
La siguiente vez que la vi fue con motivo de un concierto multitudinario. Habíamos acudido allí por separado pero el magnetismo funcionó y nos encontramos entre el gentío. Como la sed apretaba, acudimos a la barra para pedir una cerveza lo malo es que lo mismo debieron pensar unas doscientas personas (creo que no exagero) que esperaban a la cola para sacar los tickets. "Tardamos menos en ir a la nevera de mi casa", le dije. "Pues sí, buena idea", me contestó.
Así que salimos del recinto, buscamos Mi Vespa, y le presto el casco para acompañante que ahora ya llevo siempre en el hueco. Lo toma por las correas de enganche y se lo coloca exactamente como se ve en la foto. Lo cierto es que me reí más cuando días después volvimos a pasear en la moto y repitió la colocación. En este momento me limité a ayudarle a ponerse bien la protección y ofrecerme para abrocharselo con todo el cariño que soy capaz de dedicar.
Se sube a la parte trasera. Arranco despacio e inicio la marcha. Ella se agarra a mi. O, mejor dicho, ella me abraza. O, mejor dicho, ella acaricia mi cintura, mi pecho, me rodea suavemente con sus manos y las mueve constantemente con suma delicadeza. Primero situa la izquierda en la cadera, la derecha sobre mi pecho; con más calma que una balsa de aceite sube su mano izquierda hasta encontrarse con su compañera que decide bajar en ese instante; las adelanta, las atrasa, las sube, las baja, pasan de la cadera a la pierna, de la pierna al ombligo... creo que no tiene miedo de caerse... pero yo sí porque con semejante compañía mis nervios aumentan y poco puedo concentrarme en el asfalto, así que reduzco la velocidad a límites casi prohibidos, no tanto para reducir el riesgo como para prolongar la situación.
Lamentablemente, llegamos al destino, recogemos las cervezas y volvemos al concierto de una manera parecida. Sé que pensaréis que no sé interpretar las señales y que para qué narices teníamos que volver al concierto con semejante panorama pero eso sería tema de otro web log, no de este, que tiene como misión contar mis aventuras sobre Mi Vespa.
Tampoco habían pasado demasiados días desde el estreno cuando acudo a un acto de clausura. Al terminar, un grupo numeroso decidimos ir a cenar. Cuando estamos distribuyendo los coches, yo digo, como si quisiera escaquearme del reparto: "Yo voy en moto, si alguien se quiere venir conmigo..." En ese momento, quien menos podía esperar, comienza a saltar entusiasmada aunque yo la imaginase seria, sonriendo como si se hubiese fumado el mayor canuto de marihuana a este lado del atlántico aunque yo la figurase abstemia, ilusionada como una niña pequeña aunque hubiera celebrado, al menos, diez cumpleaños más que yo y a gritar "Yo, yo, yo me voy contigo ¿vas en moto? ¡ay! ¡qué ilusión! ¡con lo que me gustan a mí las motos y el tiempo que hace que yo no monto en moto! Y, cuando le muestro el vehículo, sigue "¡una Vespa! encima, en Vespa ¡qué ilusión!". Le presto el casco y se lo coloca con una destreza sorprendente, muestra inequívoca que no era el primero que se ponía; la misma destreza y seguridad con la que se sube a la moto y me sujeta, con firmeza pero sin el agarrotamiento de quien tiene miedo. Iniciamos la marcha y sabe desplazar su cuerpo en cada curva, en cada frenada y en cada acelerón casi mejor que yo, lo que me obliga a excusarme por mi torpeza de novato.
Es de noche, no conozco el restaurante al que tenemos que ir y nos perdemos. Damos vueltas y vueltas por el barrio, nos acercamos a un cajero, volvemos hacia atrás, pasamos tres veces por la misma calle y, mi acompañante entusiasmada aunque todos nos esperasen para cenar desde hacía un rato ya. Así hubiésemos continuado toda la noche de no ser porque otro de los comensales nos vio pasar de largo varias veces por el lugar acordado y vino a recogernos. Al terminar la cena mi amiga lamentó que nuestros caminos tuviesen que separse por motivos también ajenos a este comentario pero me hizo prometerla que volvería a llevarla de paseo en Mi Vespa.
Hace poco otra amiga volvió a Madrid después de una prolongada estancia en el extranjero. Teníamos tantas cosas que contarnos que quedamos para tomar unas tapas en Lavapiés. "Me he comprado una moto", le digo, "no sé si quieres ir en ella o te da miedo y prefieres ir en coche" (Vivimos en una pequeña ciudad del extrarradio). "¡Una moto! ¡Qué guay! ¿no? vale, sí, vamos en moto".  Llego al punto de encuentro antes que ella y la espero con la cazadora puesta y el casco y los guantes sobre el asiento. La verdad es que me veía yo a mí mismo como el protagonista de un anuncio de colonias baratas o cualquier otro producto masculino de alto consumo. Cuando nos ve, casi antes del saludo, exclama: "¡qué bonita! y tú... ¡qué guapo! ¡con esa cazadora de motero...!". Intento mantener el tipo y la saludo con un abrazo, un beso y un halago de vuelta: "tú también estás muy guapa, te favorece mucho ese corte de pelo". Intento desviar la conversación hacia su estancia fuera, los planes para esa noche, sus planes de futuro inmediato y cosas así pero ella sigue atenta a la moto, a los guantes (que los tengo rotos, por cierto), al casco, en fin, a asuntos motorizados. Cuando por fin consigo abstraerla del universo dos ruedas, le ofrezco el casco y... es el momento de volver a ver la foto de arriba. Sí, así es, ella también se colocó el casco "a su manera". Cada vez me costaba más contener la risa pero le tengo mucho cariño y mucho respeto a esta chica así que procedí como la vez anterior: yo mismo le ayudé a quitárselo, ponérselo bien y abrochárselo.
Nos dirigimos a la capital y compruebo que, si ha subido alguna vez a una moto, ha sido en su vida anterior. Sin embargo no es de las peores compañías que he llevado; quiero decir que sabe adaptarse a mis movimientos y la estabilidad de Mi Vespa no corre peligro. Me sorprende (y lamento profundamente) que, a pesar de ser paquete inexperto no se aferre a mí como si le fuese en ello la vida, sino que mantiene una distancia más que prudencial.
Percibo su miedo y reduzco la velocidad en lo posible. Cuando llegamos a nuestro destino, se baja del asiento totalmente aliviada por permanecer entera y, con el hilo de voz que le queda exclama: "¡qué chulo, cómo mola venir a Madrid en moto, es la primera vez que consigo aparcar en la calle Argumosa!". Sonrío ante su mentirijilla y le ayudo a quitarse el casco.
Al rato, aparecieron los amigos con los que habíamos quedado. Después de los besos, su amiga la mira fijamente a la cabeza, se aleja, se acerca, vuelve a alejarse y le pregunta

-"Pero... ¿qué te has hecho en el pelo? ¿te has cambiado el peinado? lo tienes así como... las puntas como... hacia afuera y... por arriba, como plano..."

-"Ejem... esto... es que hemos venido en moto. Eso va a ser del casco


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