miércoles, julio 07, 2004

Musica

Lo que más echo de menos al ir en moto es la música. Antes cerraba las puertas del coche, me acoplaba en el mullido asiento y, al accionar el contacto comenzaba a sonar una deliciosa melodía que llenaba todo el habitáculo con una calidad de sonido fantástica y me desconectaba del mundo real.
En Mi Vespa lo único que escucho es el brrrrmm del motor, un brrrrmm gozoso, todo hay que decirlo, que ya explicaba yo ayer que el motor de cuatro tiempos tiene sus ventajas... eso y mi propia respiración rebotando en el casco.
Y yo, que no puedo vivir sin música, pensé que podía poner remedio. Rebusqué por los cajones de casa y encontré una de esas radios pequeñas que regalan ahora comprando cajas de cereales y que a mí me regalaron cumpliendo años, una de esas radios que sólo tienen el botón de encendido y el botón que busca emisoras secuencialmente y si te has pasado la tuya te fastidias y tienes que volver a empezar desde el principio, que vienen ya con los auriculares adosados y, ni siquiera puedes cambiarlos si te dañan las orejas. ¿Sabes ya a qué radios me refiero? Bueno, pues encontré una de esas y decidí usarla para ir en moto.
Aún en casa, la enciendo, busco mi emisora y engancho el aparato al pantalón y los auriculares a los oídos. La calidad de sonido era pésima, apenas podía percibir las palabras de la locutora entre tanta fritura pero, pensé, será porque aquí dentro tengo poca cobertura. Así que bajo vestido de romano y escuchando distorsión.
Tras los preparativos habituales, llega el momento de ponerse el casco. ¡Ah! ¡el casco! No había yo pensado en eso. Lo sujeto por las correas como de costumbre y empiezo a calzarlo, las orejas se doblan hacia abajo y el auricular izquierdo se coloca exactamente a la altura de la mejilla; el derecho queda dentro de la oreja pero completamente girado. Vuelvo a sacar el casco, vuelvo a colocar los auriculares, vuelvo a ponerme el casco, vuelven los auriculares a descolocarse. Hay que pensar otra solución, así que levanto la visera y husmeo con la mano entre el poco espacio que queda entre mi cara y la almohadilla. Consigo llegar a la oreja pero ¿cómo giro el auricular con dos dedos? Pregunta sin resolver.
Arranco con un auricular en la mejilla y el otro del revés pero... ¡voy escuchando música! ¡ah! ¡la música! ¡qué delicia! ¿Qué se me está clavando un objeto en la oreja? No importa, voy escuchando música. ¿Qué algo extraño me presiona la cara? No importa, voy escuchando música. ¿Qué se escuchan más interferencias que música? No importa, voy en Mi Vespa escuchando música. Así avanzo entre los coches parados en el cruce. Mira, mira, envídiate, que yo también escucho música y tú encima estás parado...
De repente, cuando acelero para esquivar a un camión de escombros, el sonido se pierde. ¡Maldición! ¿Se habrá subido al volquete a dar un paseo? Quizá, porque vuelve al rato. Ya soy feliz otra vez, con mi música. Pero... otra vez se va ¡no! Ah, qué ya viene. Y se va. Y viene. ¿Y esto que suena ahora? ¿Noticias? No, me importa un carajo lo que dijera el portavoz del grupo parlamentario, yo quiero mi música. Vale, ya está aquí otra vez.
La presión del aparato sonoro sobre la oreja empieza a ser molesta pero tampoco puedo quitármelo en medio de la autopista. La fritura cada vez es mayor pero voy conduciendo y no puedo ponerme a buscar donde demonios escondí el aparatito para que no se cayera. Así aguanto unos cuantos kilómetros, hasta que entro en la ciudad y me paro en un atasco. Nunca pensé que me alegraría de un atasco. Aprovecho la detención para apagar el transistor.
Aunque el estrujamiento continúa, al menos el ruido ha desaparecido y ya falta muy poco para llegar al trabajo. Será como quitarte esos zapatos que te quedan pequeños y faltan pocos minutos para ese placer. Aparco Mi Vespa y me falta tiempo para descalzarme el casco. Pero... aún no ha terminado el dolor: según voy sacando el casco, el cable se engancha con las orejas y los auriculares tropiezan, apretando más aún cuando la zona del barbuquejo pasa por donde estaban.
Ha sido una fantástica experiencia que me confirma que el brrrrmm del motor de Mi Vespa es un brrrrmm más que gozoso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola! No quiero hacer un post bajonero, pero he estado leyendo varias cosas tuyas, y tenemos muchas cosas en común. Yo tengo una Vespa 160´ del 68 (como el mayo). En fin, el motivo de mi comentario: Acepta el consejo de no volver a intentar conducir escuchando música. Se me llevó por delante hace un par de años un coche(que me había pitado un par de veces, pero no oí porque iba con mi minidisc...).
Recuerdo con exactitud el acorde de la canción que sonaba... "ama y ensancha el alma". Luego sólo sirenas.
En fin, disfruta mucho con tu vespa, pero sé precavido...