jueves, septiembre 02, 2004

20000

Mi Vespa acaba de cumplir veinte mil kilómetros. Esta mañana, mientras venía al trabajo. El caso es que ayer ya me di cuenta que faltaba muy poco para alcanzar tan redonda cifra y pensé tomar la cámara de fotos e inmortalizar ese momento. Pero cuando sonó el despertador esta mañana de lo que menos me acordaba yo es del cuentakilómetros de Mi Vespa. Ha sido al ver el 19999.9 cuando me di cuenta del olvido.
Y está como una moza. Fresca y lozana como el primer día. Bueno, casi, porque ayer sufrí un pequeño percance.
Decido ir a Madrid a comer. Aparco Mi Vespa y, como de costumbre, guardo la chaqueta, el casco y mi bolsa en el cofre. Me dispongo a cerrarlo y no cierra. Pasa a veces pero al segundo intento suelo conseguirlo. Levanto de nuevo la tapa y vuelvo a bajarla sin oir el característico clic que indica que cerró. Así unas quince veces. Quizá esté muy lleno, pienso, así que saco la bolsa y nuevo intento. Aquello que rebota como una pelota de ping pong y no cierra. Recoloco los objetos y reviso la goma estanca pero todo está correcto.
A todo esto, ya todo el mundo en la plaza se ha dado cuenta que mi bauleto no cierra, o sea, que no puedo largarme como si tal cosa dejándolo abierto.
Repaso la cerradura y el enganche, todo correcto. Empiezo a desesperarme. Aunque sé que no es por estar lleno, saco todo y vuelvo a intentarlo. No hay manera. Se queda más abierto que el bar aquel de la película. Para no seguir cabreándome, decido pasar y sentarme a comer. Eso sí, en una terraza cercana para poder vigilar de cerca Mi Vespa.
Cuando termino, subo en ella y, con el movimiento, se cierra solo, así que pienso que sería una mala postura del cofre. Error. Llego a casa, aparco donde siempre y se repite la escena pero esta vez no me preocupo porque juego en mi terreno. Busco un destornillador y trato de ajustar todos los tornillos ajustables pero la tapa sigue sin cerrar. Aunque sé que no sirve de nada, desmonto todo y vuelvo a montarlo; entonces compruebo que, por supuesto, no servía de nada.
Vale, si con el destornillador no he solucionado el problema, agarraré una llave inglesa. Veo una tuerca y la emprendo con ella. Sí, decididamente esa debe ser la causa. Pero, cuando empiezo a apretarla, el vástago del tornillo que envuelve se parte quedándose con la tuerca puesta. Ya está, asunto solucionado: ya no tengo cerradura en el cofre.
Ahora sigue sin cerrar pero, por lo menos, ya sé la causa.

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