Con cada depósito que lleno me sucede lo mismo: que se vacía muy rápido. Cada vez que veo la aguja del nivel al mínimo y la luz de la reserva se enciende pienso que Mi Vespa consume demasiado. Entonces miro el cuentakilómetros, echo una rápida cuenta y compruebo que, no es que Mi Vespa beba mucho, es que recorro con ella muchos kilómetros.
Es verdad que puede parecer una lata estar rellenando cada tres o cuatro días pero luego recuerdo lo que pago por colmar el tanque, lo comparo con lo que pagaba por el coche y sonrío. Además, visitar la gasolinera cada tres días tiene una ventaja añadida con la que no contaba. Resulta que he descubierto una estación que me pilla camino del trabajo en la que cada mañana que reposto encuentro simpatía y belleza a raudales y, claro, casi que estoy deseando consumir todo el combustible para tener que volver a llenar. Lo malo es cuando la luz se enciende lejos de este lugar. ¿Qué puedo hacer? Pues intentar reducir la velocidad y eliminar acelerones innecesarios para optimizar el consumo e intentar estirar el depósito hasta mi oasis favorito.
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