miércoles, octubre 13, 2004

Frío

Cada día me gusta más moverme con Mi Vespa. Y eso que ha llegado el frío a la ciudad. Seis grados marcaba el termómetro esta mañana cuando iba a salir de casa y sé que aún tiene que bajar mucho más pero de momento no me rindo y sigo utilizándola a diario. El caso es que mientras paseaba al perro me he preocupado porque se me congelaban hasta los pensamientos e imaginaba que conduciendo lo sufriría mucho más. Sin embargo, en cuanto me he embutido en la chaqueta han subido las calorías de manera milagrosa.
Lo que sí hay que reconocer es que los tiempos de desplazamiento se multiplican. Porque no es lo mismo ponerte un casco, unos guantes finitos y una chaqueta ligera que buscar en el armario ropa de abrigo, toda la que durante años ha estado almacenada porque para viajar en coche es innecesaria, abrochar hasta la última cremallera de la gruesa cazadora de invierno, rematarlo con todos los velcros que encuentres, calzar un guante grueso procurando que cubra la manga de la chaqueta, abrocharlo, con el tacto perdido por el grosor del tejido, tratar de colocarte el otro guante, intentar apretar el cierre, colocarte la braga que cubra el cuello, el casco... no, decididamente no se tarda lo mismo. En todo este proceso es fácil que se empleen cinco minutos. Y si lo haces más rápido, seguro que queda alguna cremallera sin cerrar y al primer kilómetro, cuando el viento se cuele por ella como el agua por un colador, te acuerdas y, o paras a cerrarla o aguantas con estoicismo hasta el destino. El destino: otros cinco minutos para quitarte todo. O más. Porque, hay que reconocer que los guantes no protegen tanto como nos gustaría y la circulación sanguínea de las las manos está más detenida que el tráfico en Atocha.
Pero, aún así, ¡qué bonito es viajar en Mi Vespa!

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