(Presiento que este tema va a tener más secuelas que Rocky...).
Uno ya sabe que cuando usa la moto en ciudad como medio de transporte está expuesto a múltiples riesgos. Muchos de esos son conocidos y por ello permaneces siempre alerta. Que si el taxista cambia de carril repentinamente y sin señalizar para captar un cliente, que si el del coche rojo abre la puerta en medio de la calle, que si un socavón del tamaño de una plaza de toros en plena avenida, que si toda la arena de la playa de Matalascañas en plena rotonda contraperaltada... en fin, cosas normales.
Para lo que uno no está preparado es para que le salte un trozo de coche en medio de la autopista. Pero exactamente eso fue lo que me sucedió ayer cuando volvía a casa después de mi habitual jornada laboral.
Cuando salgo del trabajo conduzco sensiblemente más deprisa que cuando voy a entrar ¿por qué será? je, je. En cuanto encauzo la autopista, giro el puño a tope y, a pleno gas, me planto en mi casita en menos que se dice supercalifragilisticuespialidoso. Además, quieras que no, ya llevo conduciendo Mi Vespa aproximadamente un mes y con la experiencia voy ganando destreza en la conducción, me siento más seguro e incluso a veces me permito el lujo de cambiarme al carril izquierdo.
Ayer circulaba ligerito por el carril central porque el derecho estaba plagado de camiones de escombros, de esos que van soltando cascotes cada cien metros, saltan al asfalto como un meteorito y van dando botes al tiempo que se deshacen y sus esquirlas acaban golpeandote en el casco, o sea, lo normal.
Delante de mí, a una distancia que se puede considerar de seguridad, circulaba un Ford Courier de los años noventa. Bien bien, lo que se dice bien, no se veía pero tampoco se apreciaba ninguna pieza suelta. Circulaba a una velocidad que me resultaba cómoda así que tampoco me planteé adelantarle. Como tampoco me planteé que pudiera salir volando algo de él. Pero así fue.
De repente, sin avisar, lo que, a primera vista parecía ser un Objeto Volador No Identificado, se convirtió en un trozo de paragolpes delantero. O trasero, vaya usted a saber, que tampoco me detuve a analizarlo porque lo vi que venía derechito hacia mi.
Y ¿haber qué hago yo? ¿Qué haces tú si conduciendo una Vespa por autopista a ciento veinte kilómetros por hora ves que un paragolpes de Ford Courier te ataca? Escapar. Es lo que me hubiese gustado, un ligero movimiento de manillar, una inclinación oportuna de cuerpo y escapar por la tangente. Pero no había tiempo. El paragolpes, después de salir despedido de su lugar de origen se dirigía hacia mí como la flecha de Guillermo Tell a la manzana. Cerrar los ojos y rezar aunque no soy creyente, también me daban ganas de eso.
Pero nada de eso. Seguí firme ante el manillar con la vista fija en la carretera y en menos de un estornudo la pieza volante desapareció. No sé si la atropellé, si me pasó rozando la rodilla o quizá por arriba. El caso es que me libré de ella. Reconté los huesos, las extremidades y las piezas de Mi Vespa y no faltaba nada.
Ganas me dieron de adelantar a la Courier y decirle a su conductor que se le había perdido un cacho pero mi instinto de supervivencia me pidió que aumentase la distancia de seguridad de aquel vehículo unos tres o cuatro kilómetros, así que reduje la velocidad y le dejé escapar.
2 comentarios:
mamma mia! que cosas le pasan a tu Vespa, como para ir de paquete. Jo, no pude ir al Artepólis, me quedé sin conocer al calvillo de los tambores. Es k como voy en coche, me quedo atrapada en todos los atascos... Bueno, siempre nos quedará el Miércoles.
Ayer había muchos apacarmientos libres en Lavapiés. Yo te invitaría al concierto en Mi Vespa pero no me cabe la batería en ella...
Te espero.
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