martes, agosto 03, 2004

Curvas peligrosas

Madrid está lleno de curvas. Muchas más de las que te piensas. Y en verano, más aún.
Si vas en coche suelen pasar desapercibidas. Andando no corres ningún peligro pero cuando conduces una moto... ¡ay! cuando conduces una moto estas curvas pueden ocasionarte un gran susto.
Ya os he contado aquí alguna vez que la concentración al manillar es esencial para preservar la integridad física, cualquier despiste puede resultar terrible. Pero ¿cómo mantener la concentración ante las curvas? Vista al frente. Sí. Eso me digo. Eso me dicen. Vista al frente. No gires la cabeza. Si no miras hacia donde quieres ir, acabarás yendo hacia donde miras... y... esto... ¿sí? ¿eso es verdad? ejem... je, je. O sea, que... si miro a las curvas... ¿acabaré llegando a esas curvas? je, je, je.
Ya. Es peligroso. Pero me cuesta resistirme. Soy así por naturaleza o por educación. Ejercen sobre mí un poder que me cuesta controlar. Una atracción superior a mi fuerza de voluntad.
La situación se produce más o menos así. Bajo por la avenida conduciendo Mi Vespa y, cuando me aproximo a la glorieta, un manojo de curvas que ni La Cruz Verde, se dispone a cruzar por el paso de cebra. Por supuesto, le cedo el paso y me quedo bobo siguiendo cada uno de sus movimientos hasta que termina el recorrido. Entonces, acelero Mi Vespa y sigo pero... aquí viene el gran error y el peligro, mientras la moto va hacia delante, mi cabeza se gira hacia atrás, calculando la trayectoria precisa para guiarme por esas curvas que siguen caminando en dirección contraria a mi destino.
No me malinterpretéis. En el fondo soy un romántico. Y, cuando hablo de curvas no me refiero sólo a las clásicas, esas curvas pronunciadas y llamativas en las que se fijan y loan la mayoría de los machos del planeta. Bueno, sí, me fijo en esas pero también me pierden unos labios bien dibujados, unos ojos como faros o una nariz suave como un cambio de rasante.
Total, que lo que podría ser un tranquilo paseo, hay veces que se convierte en una intrépida travesía porque cada trescientos metros surgen las benditas curvas.
Lo puedo evitar, sí, supongo. Quizá debería autoimponerme una terapia de impacto para corregirlo. Porque hay veces que llega a ser preocupante. Un día, por ejemplo, no iba solo en Mi Vespa y mi mirada férrea se vio atraída por un potentísimo imán que marcaba un contorneo mientras caminaba por la acera. Claro, recibí una merecida colleja, volví la vista al frente y no la aparté en lo que quedó de día (era tarde por la tarde).
Otras veces, las curvas me han obligado a un repentino frenazo o a modificar una trazada. Un día, incluso, tuve que parar Mi Vespa para deleitarme en el paisaje y planificar la ruta a seguir sin ayuda de mapa. Claro, me perdí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues andando, y por una costa como esta tan llena de guiris no quiero decirte la de curvas con las que se topa uno.

Y yo sí me refiero a las clásicas curvas, que uno es romántico, pero cuando toca no serlo pues no se es :-)

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SegFault

Burma dijo...

¿Y cómo mantener la concentración al manillar cuando una suave curva acorta (o alarga) distancias ahí donde la espalda pierde su nombre?

Anónimo dijo...

Ya llegará el invierno vespista!
Y la lluvia hara que unas curvas se vuelvan mas inofensivas y otras mas peligrosas todavia.
J.

Fernando dijo...

¡ay! J, qué agonías eres. Claro que llegará el invierno y el otoño y otra primavera pero para eso todavía falta mucho y ni se sabe donde andaremos entonces. Vivamos hoy y ya llegará mañana. O no.