jueves, abril 14, 2005

¡Me he pasao!

El ensayo había resultado tan productivo como divertido por lo que salí de la sala de muy buen humor. Había que celebrarlo con unas cervecitas. Como el cajón no cabe en ninguno de los huecos de Mi Vespa, lo colgué a la espalda como si fuese una mochila y me disponía a arrancar cuando salieron mis compañeros. Las risas se debieron escuchar en toda la calle. Comenzaron las comparaciones: que si parecía el tío del cohete de las Olimpiadas de Atlanta, que si un caracol, que si un astronauta. Y debía ser cierto que tenía un aspecto cómico. Visualizad la situación: un tío sobre una Vespa, vestido de negro y con una cazadora de motorista que, de por sí, tienen bastante aspecto espacial, también negra. Un casco (que a ver si lo cambio de una vez) de esos que les gustan a los chavalines que montan en ciclomotores ruidosos, todo lleno de colorines (es que me lo regalaron...) llamativos y el remate: a la espalda, una bolsa negra enorme y cuadrada más grande que un micro ondas. Ahora que cada cual siga imaginando comparaciones.
El caso es que de esta guisa y con el humor mejorado tras las risas por mi aspecto, arranqué rumbo al bar en el que había quedado. La noche era perfecta. Una de estas noches primaverales en que la luna creciente aún permite ver unas cuantas estrellas. El calor de la tarde había dejado en el ambiente una temperatura, aunque fresca, agradable para pasear en moto. Enfilé la autopista y me puse a cantar bajo el casco, a tararear las últimas canciones del ensayo e improvisar ritmos con los pies sobre la plataforma de Mi Vespa. No iba deprisa, disfrutaba del paseo, de la carretera, de la ausencia de tráfico... de la noche. Nada me importaba sino ese preciso instante. Ni los paneles informativos que recuerdan que la carretera no es un circuito, ni los carriles de desacelaración, ni los indicativos de dirección. Hasta que se me ocurrió levantar la vista del negro asfalto y la discontinua línea blanca para comprobar que ¡me había pasado el desvío! Quizá esto no parezca extraño al lector pero si sabe que llevo viviendo en el mismo lugar más de diez años, entenderá lo cómico de la situación. He de decir en mi defensa que han reformado los accesos hace poco pero creo que hubiera pasado de largo aunque fuese la puerta del baño de mi casa.
Efectivamente, la noche era deliciosa y no me hubiese importado recorrer diez kilómetros de más de no ser porque me esperaban. Llegué un poco más tarde, sí pero cantando... "Aquella noche / qué guapa estaba la luna..."

1 comentario:

luna dijo...

muchas gracias por existir y escribir! ;)
http://lasonrisadelaluna.blogspot.com/