martes, abril 12, 2005

Viento

Aunque no suelo ver las carreras de motos por televisión, el domingo pude comprobar como el viento de Jerez (¡ay!, mi Cái) se llevaba por delante a una buena cantidad de pilotos de 125 cc debido a su poco peso. Me llamó la atención y pensé que esas cosas sólo sucedían en Cádiz cuando el Levante sopla con ganas. Sin embargo no ha tenido que pasar mucho tiempo para comprobar que estaba absolutamente equivocado.
Volvía yo del trabajo con el puño a fondo, porque, como de costumbre, tenía una cita a la que llegaba con el tiempo justo y notaba levemente los silbidos del viento y un frío extraño para estas fechas, esas horas y este lugar. No había demasiados coches en la autopista ni demasiadas nubes en el cielo y aproveché para intentar trazar con destreza una curva por la que paso a diario. Lo que no esperaba es que al doblar esa maldita curva en que el viento da la vuelta para regresar a levante, el temible céfiro soplaría con tal energía que a punto estuve de acabar con mis huesos por el suelo. Suerte que en ese momento no circulaba ningún otro vehículo por la carretera.
Inclinaba Mi Vespa y calculaba el radio de la curva para no tener que reducir la velocidad cuando noté un fortísimo golpe por estribor que hizo zozobrar la moto de acá para allá. Esta sí que va a ser mi primera torta pensé en ese momento, sin embargo, logré enderezar la moto y seguir adelante. Me creí salvado cuando comprobé con horror que el viento seguía empujando, esta vez de cola, impidiéndome modificar la trayectoria. Ahora que iba derecho intenté frenar pero se ve que con los nervios no apliqué la suficiente energía pues Mi Vespa seguía en línea recta hacia el guardarraíl. Lo veía acercarse a pasos agigantados y yo sin poder detener la moto. Ahora sí que sí, de esta no me libro volví a pensar. Pero de nuevo me equivoqué gracias a no sé qué habilidad que me descubrí no sé donde en el último isntante.
A escasos seiscientos metros del lugar del atentado se encuentra la gasolinera donde habitualmente reposto. Precisamente esta mañana se me había encendido la luz de reserva por lo que paré a llenar el depósito. A punto estuve de besar el suelo y con ganas me quedé también de besar los labios de la bella gasolinera que me atendió preguntándome ¿qué tal? Con más temblor en las piernas que el brazo de la batidora le conté mi reciente aventura. Noté en su rostro la preocupación y hablamos del tiempo. Se despidió pidiéndome precaución y continué mi camino hasta casa reduciendo la velocidad al menos un tercio.
Quizá mañana me ponga lastres para ir a trabajar.

1 comentario:

Elda dijo...

¡Que buen blog! Te hice una reseña en El Aleph (http://blogiografia.blogspot.com). Recuerdo la primera vez que vine a Europa. Estaba en Roma cerca de un estadio y había ganado el equipo Romano un partido de fútbol. Me sorprendió el desfile de Vespas, eran muchas, muchísimas, más de media hora estuvieron pasando frente a mi hotel.
Traían una alegría contagiosa.
Gracias por compartir.