viernes, abril 15, 2005

Día Mundial de la Vespa

Como bien saben mis (tres) lectores habituales (Hola Bego, hola Olivia, hola José), vivo en una pequeña ciudad del extrarradio de Madrid. Aunque todos los días entro en la gran urbe para trabajar, pocas veces me adentro en el caos. Sin embargo hay tardes que me siento como un pueblerino que acude a "la Capital" para comprar todo lo que no se encuentra en mi lugar de residencia, que no es poco. Esos días, como un auténtico pueblerino, recorro las calles del centro descubriendo con ojos inocentes cuanto veo y voy acumulando objetos que luego nunca sé como colocar en Mi Vespa.
Ayer tocaba, así que me adentré en el terrible tráfico para dirigirme al centro a llenar el cofre de trastos. Nada más llegar al destino vi la primera Vespa de la tarde. La primera de las muchas que vería en las próximas horas. La primera, que es la última en llegar a la familia. Durante un buen rato quedé embobado disfrutando de la belleza de sus formas, la originalidad de su color y, al tiempo, del respeto por el estilo clásico. Me vi a mí mismo desde fuera y dejé la contemplación. Curiosamente, en el lugar al que me dirigía encontré al propietario de la joya que, más curiosamente aún, resultó que le conocía.
Dejé Mi Vespa aparcada y decidí caminar para empaparme un poco más de ciudad y entonces las vespas comenzaron a surgir como las amapolas en los campos durante la primavera. Parecía como las persecuciones de las pesadillas solo que en agradable porque, por si aún alguien no se ha dado cuenta, me gustan las vespas.
Entré a una tienda de ropa sin demasiada intención de comprar, sólo por echar un vistazo y allí, en el estante de las camisetas, encuentro otra Vespa estampada sobre una tela azul, otra sobre una roja y otra más sobre verde. Increíble. ¿Por qué increíble? Porque esa misma mañana, hablando en el trabajo con un compañero vespista, me enseñado una de sus camisetas vesperas y quedé con ganas de tener una. Así que, como mi presupuesto impedía comprarme el juego completo escogí la verde y salí de nuevo a la calle.
Aparcada un poco más adelante sobre la acera encontré un modelo de los primeros setenta muy poco frecuente. Lamenté el mal estado de conservación en que se encontraba y seguí caminando. Mientras esperaba para cruzar la calle pasó por ella un impecable modelo perfectamente restaurada y repintada de un verde chillón que alumbraba toda la calle, la misma calle en la que encontré una tienda de objetos pop del pasado y que me llamó para entrar.
¡Qué paraíso! Hubiese salido cargado de recuerdos de no ser porque cinco mudanzas en dos años son suficientes para darse cuenta que no conviene acumular adornos innecesarios. Desde libretas hasta relojes pasando por pastilleros, pitilleras, pegatinas, chapas, miniaturas, pósters... todo lo que a uno se le pueda ocurrir fabricar usando la Vespa como motivo.
Contuve las ganas ante cada uno de los artilugios hasta que tropecé con un reloj de pared irresistible. Ya iba a preguntar el precio cuando me di cuenta que no uso reloj y no me gusta que dos agujas inquietas me recuerden el paso del tiempo.
Así que salí con las manos vacías y los ojos llenos de más variedades de vespas aparcadas por todas partes: bonitas, feas, nuevas, viejas, cuidadas, olvidadas, exclusivas, repetidas... Decididamente, ayer parecía ser el Día Mundial de la Vespa y todos los vespistas de Madrid decidimos salir a la calle para celebrarlo.
Aunque yo seguía a pie, quizá por eso tropecé con más scooter que nunca y con una nueva tienda retro a la que también decidí entrar. En este caso la vinculación con las vespas venía de su vertiente mod: chapas, bolsos y... ¡camisetas! allí estaba la camiseta que esa misma mañana había visto a mi compañero. Uyssss... ¡qué tentación! Busqué mi talla, la estiré, la tuve entre las manos, la observé bien, miré la etiqueta con el precio y la doblé cuidadosamente para dejarla en el mismo lugar que antes. Total... tampoco era tan bonita.
Una llamada de teléfono me recordó la hora y la cita que tenía pocos minutos después así que regresé a toda prisa al lugar donde había dejado aparcada Mi Vespa, coloqué como pude todos los bultos que había comprado y arranqué rumbo a mi destino.
Sorteando el tráfico inmóvil hubo muchas cosas más que me llamaron la atención pero eso será motivo de otra nota.

1 comentario:

Lino Solís de Ovando G. dijo...

Hola. Te escribo desde Chile. Entré a tu sitio por las postulaciones al premio de los mejores blogs del diario 20 minutos.es. Me parece muy interesante lo que escribes, y creo que te sumaré a la pronta de lista de blogs preferidos que quiero tener en mi blog, gomademascar.blogspot.com, que es una columna literaria en capítulos, que narra la vida íntima de un gum taster, un catador de chicles. Ojalá sea de tu agrado, y te sigo leyendo.